El Día Internacional de la Mujer conmemora luchas sociales y políticas que mujeres, alrededor del mundo y a lo largo de la historia, han llevado a cabo para ser reconocidas como sujetos de derechos. Para ser reconocidas como personas. Pero mucha gente ignora este sentido fundamental, y termina perpetuando lo que este día intenta combatir: encasillar y tratar a la mujer como un ser aparte, sublime, prácticamente no humano. El imaginario colectivo tradicional todavía activa ciertos mitos con sólo escuchar la palabra mujer: bella, insondable, emotiva, abnegada. Este sexismo benevolente (concepto propuesto por la psicóloga Susan Fiske) se caracteriza por resaltar aspectos “positivos” de las mujeres que finalmente se basan en prejuicios y perpetúan la desigualdad.
Contrario a este imaginario despolitizado y paternalista, las mujeres han contribuido vastamente a diversos campos de conocimiento. No obstante, su participación se ha negado e invisibilizado, e incluso se ha tratado activamente de contrarrestarse. Muchos de los descubrimientos hechos por mujeres científicas son mencionados sin dar el crédito debido, en el mejor de los casos, o el crédito se adjudica a un hombre, en el peor. Por ejemplo, La gravedad nos remite a conocer a Isaac Newton, la teoría de la evolución a Charles Darwin, pero el dato de que el hidrógeno como el átomo más abundante en el universo no se asocia con ningún nombre. Quien lo descubrió fue Cecilia Payne, una brillante astrónoma cuyo descubrimiento sobre la composición del sol además fue plagiado por un colega suyo tras desalentarla a no publicar sus hallazgos.
En el terreno de lo socio-político, muchas luchas reivindicativas de las mujeres, en América Latina y el resto del mundo, tienen que ver no sólo con el género sino también con el clasismo, el racismo, el cuerpo y el territorio. Hace algunos años, Alda Facio, experta independiente de la ONU sobre discriminación contra la mujer señaló: “Cuando nosotras defendemos los derechos humanos estamos desafiando a la vez las normas culturales, religiosas o sociales sobre de la feminidad y el papel pasivo que debemos desempeñar en nuestras sociedades patriarcales. Y eso genera hostilidad”.
Será un despropósito reducir el 8 de marzo a un día de “celebrar” a las mujeres como abnegadas, bellas, serviciales, meramente complementarias, cuando las mujeres son constantemente disminuidas y violentadas en todos los ámbitos; cuando se minan sus esfuerzos por reclamar dignidad y respeto en espacios públicos; cuando se les niega el decidir sobre su propio cuerpo, cuando se les culpa hasta de su propio asesinato. Las esferas en las que se desenvuelven las mujeres van cambiando poco a poco, pero estos avances -por grandes o pequeños que sean- no han sido concedidos, han sido duramente peleados y la lucha continúa.
Ligia Orellana